Mariano Maresca (Almería, 1945 – Granada, 2023) acudía a Botánico con frecuencia. Durante años fue fácil encontrarlo aquí, casi a diario, comiendo, enredado en largas conversaciones de sobremesa o entretenido con sus libros y cuadernos. Su mesa habitual, convertida en informal alternativa a su despacho en la Facultad, no tardó en ser conocida por su nombre.
Profesor de Filosofía del Derecho, pertenecía a la estirpe ilustrada del intelectual que, más allá del ámbito académico, interviene como agitador en la esfera pública. En su caso, esa praxis venía marcada tanto por una lucidez alejada de cualquier dogma como por el amor que sentía por todas las formas de creación artística. Pasolini, a cuya obra dedicó varios trabajos, fue sin duda una referencia clave para esta forma de entender el oficio.
Mariano tenía, además, una firme vocación de productor que se plasmó en iniciativas de todo tipo, llevadas a cabo siempre y de forma irrenunciable en compañía de amigos. Indicio temprano del rumbo elegido fue el disco Rimado de ciudad (1983) que integraba de manera insólita rock, poesía y fotografía. Como director de las revistas Olvidos de Granada (1984-87) y La Fábrica del Sur (1989-90), continuó tejiendo esa trama compleja de voces y disciplinas exigida por su concepción vitalista de la cultura.
Olvidos reapareció en formato digital en 2011, con Mariano como editor. Allí pueden encontrarse las últimas entregas de ese género de textos breves y certeros en el que era maestro, como prueban sus editoriales para el programa Imaginaria(1999) o las columnas que publicó en El País a partir de 2004.
En una de ellas, Paraísos, dejó escrito que «el trabajo de la memoria es esencial, casi nuestra única arma». Podemos imaginarlo sentado una tarde a su mesa, anotando esas palabras que nos invitan ahora a recordarlo.
Exposición
Inaugurada el 20 de abril de 2023.
La mesa de Mariano, homenaje póstumo realizado por Botánico y un grupo de amigos: José Miguel Molero, Luis Jarillo, Manuel Rodríguez Alcázar, Rafael Goicoechea, Rosa Alonso y Nacho Mendiguchía.
El homenaje incluyó una exposición de imágenes y textos sobre muchos aspectos de su vida y dar su nombre a la mesa en la que fue habitual encontrarlo durante tantos años.